viernes, 27 de noviembre de 2009

El viaje Nocturno

El viaje nocturno
(por Emilio Nicolás)




... Y decidí no dar pie a controversia ...


Cuando el tren daba sus primeros pasos y avanzaba cada vez más rápido hacia donde se encontraba mi destino. La noche nos envolvía a los pasajeros como las madres cubren a sus niños para protegerlos de las sombras. Nosotros, en cambio, estábamos cubiertos por ella.
El viento hacía figuras en el aire. No estaba apurado. ¿Para qué? no era necesario. Mis ojos se entrecerraban cuando dejaba de pensar y mis cabellos bailaban al ritmo de la velocidad. "No tiene sentido bajar ahora. El miedo y el silencio están danzando juntos ahí afuera".

Y divisar desde la ventanilla esas figuras corriendo a la par de nosotros. Decenas de cabezas paralelas a las nuestras, mirándonos fijo y haciendo los mismos movimientos. No tenía miedo de centrarme en sus ojos fluorescentes en lo oscuro, pero aún así algo me inquietaba.

No me estaba mirando a mí, se estaba mirando al espejo

Entonces mis pies, cual los de un niño, comenzaron a patalear en el aire como si estuviese flotando. La noche me impedía huír al medio de la nada pero la ansiedad estaba tentándome.

Quería bajar.

Del otro lado del parlante sus voces llamándome, preocupándose por alguien de quien jamás hubo que (y no valdrá la rebundancia)

Comencé a cuestionar mis actitudes, mis pensamientos y mis instintos. Luego sus quejidos y los gestos en sus rostros que me daban a entender que sólo yo me entiendo. Ellos no saben que no les estoy pidiendo lo mismo.

Libre de elegir y no tener que dar explicaciones pero aún así hoy estaba huyendo y nadie lo sabía, porque no interesaba que me retengan ni que me empujen a la ruta. Estoy conmigo.


Entonces anhelé la calidez de una cama y los ojos cerrados... los ojos cerrados, el cuerpo estrechándose en la suavidad, los sueños al amanecer.

Pero los kilómetros ya estaban recorridos y aún faltaban más por atravesar. La noche seguía envolviéndonos a todos y el miedo seguía caminando entre las filas de asientos.

¿Por qué estoy acá? ¿Qué es lo que estoy buscando? Decidí dejar de hacerme preguntas y disfrutar el viaje. Un perro muerto, un vagón vacío, un árbol bailando solo, un cielo violeta e iracundo.

Miré al suelo y luego a un par de ojos que estaban esperando lo mismo. ¿De dónde vendrá? ¿Cuáles serán sus razones para huír? ¿Serán las mismas que las mías?
De nuevo estaba haciéndome preguntas y no era pertinente hacerlo allí, donde hasta las pupilas leen las palabras que sólo la mente sabe dibujar.

Entonces me obligué a calmarme, a respirar profundo y a volver a mirar a través de la ventanilla.


La noche.

Los ojos que busco y que no encuentro.

La cama cálida que extraño y en la que nunca estuve.

El asiento vacío junto al mío.

Mi frente transpirada.

Mis labios mordidos.




De nuevo la noche.


De nuevo el silencio.



De nuevo las sombras y los bailes.



El viaje que no termina más.



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