sábado, 19 de diciembre de 2015

Alles Gute zum Geburtstag



Alles Gute zum Geburtstag
(por Emilio Nicolás)





Te regalo los recuerdos que construí con vos
te regalo las piedras de colores, mojadas bajo el sol
te regalo las calles de tierra de sangre y el calor
te regalo las noches, verte dormido con el ventilador
Te regalo las fiestas y la sensación de protección
Te regalo haberte pensado mío, caminando junto a vos
Te regalo mis sueños, cada noche y el fervor
te regalo verte niño, como nadie te miró
te regalo lo que quieras, mi paciencia, mis oídos
absolutamente toda mi comprensión
Te regalo los pasajes a la misma estación
Te regalo toda mi voluntad de cambiar para mejor
Mis anhelos de proyectos, nuestra casa, nuestro colchón
Te regalo mis esperanzas de que durásemos un año más o dos
Te regalo todo lo que nunca nadie va a darte, un día como hoy
te regalo, en su estado más puro, 
más triste,
mi entero amor
porque a mí ya no me sirve, porque me causa dolor
porque me sigue a todos lados
a donde voy
Porque creció tanto que mi suelo se quebró
porque lo quiero, pero no así, no sin vos
Te lo regalo para que sepas
que por vos
y solo por vos
ya no estoy
ya no soy



martes, 15 de diciembre de 2015

Ni en la salvación

Ni en la salvación
(por Emilio Nicolás)







No. Solamente le dije que no, y me miró extrañado, esbozó una sonrisa incapaz de ocultar el descontento y suspiró. Y quise escapar de su sentencia, así que puse mis brazos alrededor de mis rodillas, hice acercar más mis talones a mi encogido cuerpo y volví la mirada a los autos, que iban y venían, incontables. 

Hizo lo mismo, y me sorprendió. Reí a propósito, por medio segundo y eso lo hizo reír. Mientras en su cabeza la esperanza bailaba con destellos en la mía se apagaba más el fulgor.

Me preguntó la razón y le dije que nunca había llamado mi atención. Parecía que aquello le importaba demasiado, tanto como para considerarlo una traición. Aún así se quedó conmigo mientras se ponía el sol. Se quedó conmigo, con la estatua que ya no se permitía una salvación.

Alto, como ninguno (inevitable comparación) aún ambos sentados giraba su cabeza hacia el suelo para captar mi atención. Me vi reflejado en sus pupilas, vacío de emoción. Cómo desperdicias tu tiempo, le dije, casi cantándolo, como si fuera una canción. Y se quedó un rato más, hasta que se cansó.

Y cuando ya no estaba y la noche era un manto que envolvía la ciudad lo volví a imaginar sentado a mi lado e hice algunos cambios a la situación. Yo reposaba en sus piernas, mirándolo fijo mientras me contaba de sus actos rebeldes, cuando iba a la escuela solo para buscar un nuevo tema de discusión.

Y yo me burlaría y lo provocaría para terminar rodando por las escaleras hasta ser uno, los dos. Luego me acompañaría a tomar el colectivo a casa y en el camino le avisaría por dónde voy, mientras mi sonrisa estuviera pegada captando todas las miradas alrededor.

Sí, eso hubiera pasado, pero entonces se borró en mil lucecitas de un solo color y del mismo brillo otra figura se dibujó. Ahora estábamos los dos, de nuevo, en el silencio del dolor. Pero yo me sentía a gusto, porque hacía tiempo que no sentía la misma sensación, aún a pesar de las mil y un peleas en un solo año, en una sola traición.

Reí solo, mientras todos pasaban y comprendí que algo estaba mal. La figura se reía conmigo y me abrazaba, me decía lo mucho que me quiere mientras en sus ojos se reflejaba mi rostro de decepción. Ya no sería lo mismo, ya no podría mirarlo como lo miraba hasta hoy. Ya no podría verme como me vi hasta hoy, en el reflejo de un charco de agua, imaginando, estático, sin recurrir a la acción.

Me puse de pie, de golpe, mientras la figura se borraba de vuelta, y con los ojos quise encontrarlo de vuelta, pero hacía horas que se había marchado, con el silencio de mi respuesta a la pregunta de la ocasión:

¿Te gustan los superheroes?

No. Solamente le dije que no.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Ojo del huracán




Ojo del huracán
(por Emilio Nicolás)





Ah, ¿Adónde habrá ido el silencio de las noches de verano, a cientos de kilómetros de casa?
Dormías, sumido en el embriagado ensueño y yo miraba las estrellas, tres veces más grandes
Algún que otro perro ladrando a lo lejos y el vacío entero gritando desde las sierras ennegrecidas, cortando el cielo
Azul y silencio, un vaso en la mano y el golpeteo del hielo. Tus ojos cerrados, guardando secretos
Los míos, seguros y abiertos, aún durmiendo
y permití que el suspiro cortara el hechizo, necesitaba que alguien escuche mi estado pleno
Mi pecho se inflaba y desinflaba, completamente satisfecho, mientras yo me hacía más y más pequeño
en mi inocencia, justo en el corazón del mismo infierno