miércoles, 22 de octubre de 2014

Los platos platónicos



Los platos platónicos
(por Emilio Nicolás)




Estás  un poco más gordo. Un poco, nada más. O quizás sea la remera, un tanto apretada. Hace calor y estás un poco más gordo, pero seguís siendo el mismo, bajo el mismo velo silencioso y la misma mirada de vidrio, a la nada. La que no puedo mirar, porque me hace sentir mal. 

Y pensé que podía manejar la situación, pero no. Río solo y dirijo una mirada al respaldar de la silla mientras dibujo cambios en el escenario, con la imaginación: el suelo se abre y me traga de a poco mientras vos mirás algún punto fijo que ya no puedo buscar, porque acabo de hacer un chiste que a mí solo me causa gracia y por eso las baldosas  me están chupando hasta terminarme de enterrar.

Pero a vos no te importa y estamos riendo al cabo de cinco minutos, porque acelero al tiempo por miedo a preguntarte si alguna vez quisieras detenerlo y darle prioridad a… conversar. 

Y ahora mis chistes tienen gracia y los dos miramos al mismo punto, al techo amarillento y al ventilador que nos saluda y tu codo se apoya en mis pelos y lanzo uno, dos, tres chistes y todos te hacen reír y me pica en la nuca la felicidad.

¿Le digo que ya puede irse? No, mejor que lo digan sus labios, yo voy a parar al tiempo ahora, por un rato, ahora que es su turno de acelerarlo… aunque se está tardando y de nuevo el silencio y de nuevo atrás de mis espaldas esos ojos que no puedo mirar y de nuevo mi imaginación hace estragos y ahora la cama es una balsa a la deriva en altamar.

¡Y ahí va! Sus ropas asoman de entre las aguas del océano y se las vuelve a colocar. Se sube a su propia barca a todo terreno y me aconseja conseguir una similar. Yo miro a sus ojos de vidrio mientras la luna los alumbra, emblanquecida; y me pregunto si suele hacer así con todo mundo, dejar al tiempo pasar… yo no acostumbro a esa clase de ternura disfrazada de una sonrisa o dos, o más. Y mi gatito negro, desde lejos, lo ve navegar mientras me tiro de nuevo a la balsa y suspiro mientras las mil clases distintas de pensamientos míos se terminan de ahogar. Ahora estoy yo solo, sin ninguna carga más, y hablando de tiempo, ya casi es hora de hacer mi cena y hace calor y debo arrancar.