lunes, 31 de agosto de 2015

Perdido




Perdido
(por Emilio Nicolás)






Te quise así
tonto
y por quererte tonto
entontecí

Te quise así de tonto
y te defendí
te vi perdido
tan imperfecto
tan diferente a cuando te conocí

Te vi a los ojos
me vi chiquito
y en soledad pensé
¿qué hago ahora
con este tonto?
pensé en tu rostro
caí al suelo
sentí el amor en las venas
el amor que no tenía
porque te lo di
entero

¡Pobre de mí!

Sentí el amor
de ponerte delante mío todos los días
de seguirte a donde fueras aunque no eras lo mismo
no
no estabas seguro
estabas perdido
y te tomé la mano igual
y me perdí con vos

y cuando me di cuenta
mi mano ya no sujetaba nada

¡Pobre de mí!

No

¡Pobre de vos!

Vos no podrías querer
a un tonto
vos no podés
porque de verte
reflejado
en sus ojos
corrés

Vos no podrías perderte
porque no tenés
a dónde ir




sábado, 22 de agosto de 2015

Tres carpas



Tres carpas
(por Emilio Nicolás)






Tres carpas nadan en círculos persiguiendo sus colas. Las tres, estúpidas, haciendo el mismo recorrido una y otra vez al mismo tiempo.



Aunque el espejo diga viejo yo sigo teniendo este cuerpo. Las cortinas huelen a nuevo. Una nueva explosión inunda el cuarto y por un segundo, por uno solo, muero.



Tres carpas nadan en círculos persiguiendo sus colas. Las tres, estúpidas, una es la líder, nadie podría adivinar cuál de las tres es.



Por un segundo, por uno solo, muero. Recupero el aliento y sonrío. Casi me tumbo mientras los fuegos se apagan. Agacho la cabeza y me sostengo sobre su pecho. Contemplo sus vellos, le sonrío y me sonríe también. Hoy las cortinas huelen a nuevo, y me encanta.



Tres carpas nadan en círculos, persiguiendo sus colas. Las tres, estúpidas, una es la que nada con los ojos vendados, pero la corriente que genera la líder la lleva a nadar siempre para el mismo lado.



Y al otro día el cuarto vuelve a oler diferente ¡Ah! La juventud existe aunque los huesos sean de barro. La explosión lo inunda todo de nuevo y me recuesto sobre mi costado para observar al sol ponerse de mi lado.



Tres carpas nadan en círculos, persiguiendo sus colas. De la tercera no puedo hablar, porque no la distingo. 



Su brazo rodea mi cuerpo, comenzando por mi cadera. Sonrío sin mirarlo, pues le estoy dando la espalda. Respira sobre mi nuca mientras su cuerpo entero sigue latiendo con fuerza. Hoy huele a otro hombre (o a dos) y me encanta.



Tres carpas nadaban en círculos. La tercera se dio vuelta y abofeteó al líder que abofeteó a la de los ojos vendados. Y la sacó del estanque, la sacó volando.



Y las cortinas cambian su aroma, como las explosiones renacen, una tras otra. Salto, sobre sus piernas, repitiendo los pasos mientras me agarro de sus brazos. Me mira a los ojos, ardiente. Yo veo a su espejo donde me encuentro adolescente. Y me encanta.



Tres carpas nadaban en círculo. La carpa líder llora mientras la tercera se aleja. La que tenía los ojos vendados fue a parar a un gran lago y se le cayó la venda. 



Se pone el sol mientras duermo sobre el regazo de alguien. Sonrío. Siento, por fin, la libertad y sonrío.



La carpa que ahora ve, descubre la libertad, y le encanta. La líder ya no tiene quien la siga ni a quien seguir. Y se queda llorando.




jueves, 20 de agosto de 2015

A la deriva



A la deriva
(por Emilio Nicolás)






Con la mirada perdida y el cerebro aún bombeando
el reposo no es entero, mis dedos están yendo y viniendo
tocándolo mientras descansa, igual que yo
con los ojos bien abiertos

Y en esta gran cama, que ahora es un barco a la deriva
el aire es denso, como el pantano invisible
sobre el que nos movemos
El cielo es de concreto y llueven trazos
que dibujan la caída
nuestro momento

Por la ventana entra el calor
al cuarto frío que nos arraiga
un par de rocas grita fulgor
yo lo acaricio al falso alba

y nunca vi tanto cabello, tan solo frentes afeitados
ahora enredo mis dedos y miro asombrado
cual niño que juega con el seno de su madre
ya no alimento
sino algo extraño

Y tuerzo los labios y vuelvo a mirarlo
busco en sus ojos lo que sea
algo

Y me mira haciendo lo mismo
"estoy perdido" ambos 
muy callados
nos gritamos

y sigo acariciando su desnudez
sin dejar un segundo 
quieta mi mano
sus brazos dormidos
su vientre cálido
lo miro de nuevo

No te conozco, pero quiero intentarlo
el horizonte está lejos y perdimos el mando
no hay islas cercanas, no hay espejos donde mirarnos
los vellos de tus piernas
tu pecho fornido
tus ojos tan raros
tu aroma extraordinario
mi ilusión hecha pedazos
soy explorador de nuevo
y estoy a la deriva
agarrándote la mano
me siento seguro
y a la vez abandonado
Ahora todo es incierto
me aprietas la mano
y cierro los ojos y apago la sangre
te veo en lo oscuro
y te hago a un lado
sonrío y su lengua
me lame de nuevo
el calor de nuevo
los cuerpos pegados
el barco que zarpa
de nuevo sin mandos
de nuevo perdido
de nuevo viajando
de nuevo yo solo
y me está gustando




lunes, 17 de agosto de 2015

Letargo





Letargo
(por Emilio Nicolás)





Solo un hilo de voz, que no puedo desperdiciar.

Abro los ojos por primera vez, pero por alguna razón puedo moverme como si conociera estas ruinas. No sirve mirar al horizonte, pues frente a mí solo se extiende un vasto vacío que no creo, pueda conducirme a algún sitio. Y como si estuviera aburrido me siento sobre una gran roca de lo que alguna vez fue su monumento (es la roca de lo que queda, de su brazo izquierdo) rodeando con mis ambos brazos mis rodillas y hundiendo mi cara en mi pecho.

Miro a lo blanco, casi lavanda, que se abre, infinito, ante mis ojos atónitos, recién despiertos. Me saco las lagañas y suspiro un cálido aliento, que contrasta con el frío cortante de una mañana a la intemperie después de haber estado durmiendo... tres años y medio.

Y el aire ahora corta con más ganas o será que yo soy mucho más vulnerable cuando amanezco. Intento moverme para entrar en calor mas no quiero más que volver al refugio donde estaba mi sustento. Y no está.
Sigo sentado sobre las ruinas mientras el día se abre paso en el más profundo silencio. Una parte de mí pregunta dónde está mi amor, a quien le construí este avejentado reino. Otra parte de mí calla a la primera y llora, empecinada en esconderlo. Ya no hay ríos ni puentes colgantes, ya no hay cataratas ni aguas termales, ya no hay playas a medianoche ni sillones cómodos ni videojuegos. Sigo sentado, en completa soledad, esbozando una mueca de niño al que acaban de contar que las hadas no existen, finiquitando su imaginario universo.

Pero no hay lágrimas ni gritos fervientes al tan gigante cielo, que me tragaría en el primer intento. Acepto la derrota que una guerra nunca existió, mas yo nunca me quise enfrentar a nadie, solo fui un devoto al que chuparon las ganas de amar sin espacios, sin tiempo. 
Acepto que estoy despertando de un letargo fascinante, erótico e incierto. Pero ahora por mis venas la sangre comienza a oxigenarse y su andar es más violento y temo que hierva y mane a borbotones si no hago algo pronto por detener, detrás de esta calma, al más iracundo infierno.
Y vuelvo a torcer la boca, esperando testigos de la más ridícula inocencia tierna y  doy mis primeros pasos, mirando cada tanto atrás, por si de nuevo lo encuentro.




viernes, 14 de agosto de 2015

No está no es lo mismo que no existe



No está no es lo mismo que no existe









Sé fuerte, admití que extrañás a alguien que ya no existe y no va a volver, porque no está en ningún lado.





Y eso estuvo mal




Y eso estuvo mal
(por Emilio Nicolás)





Hoy te extrañé mucho
y eso estuvo mal
hoy le grité a las paredes
que me vengas a buscar

Hoy extrañé tu risa egocéntrica
te extrañé oírme llamar
extrañé verte dormido
extrañé olerte despertar

Hoy te extrañé mucho
y eso estuvo mal
extrañé tu paso apresurado
tu mirada perdida
tus comentarios desacertados
tu soledad

Hoy te extrañé mucho
y eso estuvo mal
porque extrañé lo que eras
no lo que sos, en realidad









Silent Hill









Silent hill
(por Emilio Nicolás)






A mí no se me preguntó si lo quería
A mí no se me advirtió que lo buscaba
Nada más entiendo que, mientras menos lo soñaba
Tan pronto así sucedía y en la ciudad del silencio
Abrumado y solo me encontré

Las calles estaban desiertas y el frío entero las recorría
las paredes tenían ojos, era tu mirada
No había héroes sino caminos de escarlata, ¿qué querías?
Eras un espectador en el asiento ubicado al medio, arriba

Y de pronto, en la ciudad de los silencios
mientras me percataba de tu mirada
bestias de dos cabezas y perros carnosos, todos salían
a mi encuentro, a mi muerte, a mi propia caída

Era mi protagonismo esta vez y estabas decidido
a verme sucumbir a la ciudad que, apenas me dormí
ya en ella me metías
y tus ojos, en todas las paredes
contemplaron mientras amanecía 
sin darnos cuenta
por la bruma abrazadora

Y mientras adivinabas en cuántos pedazos me encontrarías
¡Ah! ¡Qué sorpresiva puede ser la vida!


Pobres monitores, que ciegos estuvieron
mientras mis puños se cerraban en la ciudad infierno
uno a uno, los monstruos sucumbieron y no viste nada
Te dije que no me gustaba esta ciudad, y la instalaste en mi cerebro
de todos los finales alternativos, es a este al que prefiero
que la niebla se disipe y tus ojos sean testigos
de los cadáveres bestiales, que alguna vez quisieron
ser enemigos



sábado, 8 de agosto de 2015

La prisión abierta



La prisión abierta
(Por Emilio Nicolás)





Yo no tenía nada, yo era un nene sentado en una plaza, con una tos nerviosa que simulaba ser alérgica, con una remera con una guitarra y abundante cabello pintado de negro, sin pelos en la cara.

Yo, es verdad, no tenía nada, allá estaba el sillón, allá estaba la cama. Allá mis partidas, una a una arrancaban, allá las bebidas en las paredes bailaban. Allá el gato entraba y salía y sobre la mesa había siempre comida. 

Y la música sonaba, y sonaba y sonaba.

Y había una ventana que, aunque pequeña, por la mañana lo alumbraba todo y yo me cubría con las frazadas. 

Sentía la respiración del carcelero y sus murmullos de pesadilla. Yo lo cubría con sábanas, le besaba la frente, tocaba su pelo, y seguía durmiendo. Y seguía la mañana.

Es verdad, yo no tenía nada, y en esa prisión lo tuve todo, o al menos eso creía. El techo era alto y la diversión abundaba, el suelo era de cerámica y a veces... muy a veces... mientras él estaba dormido, me abrazaba.

Y ahora las cadenas yacen en el suelo y las miro anonadado, preguntándome si lo que sigue me dará por fin el consuelo de saber... 

...que hay algo del otro lado. 

Atrás quedan mis personajes, los que yo había armado, adentro queda el suyo, ¡Vaya si era un personaje! ¡Uno que lo hacía muy bien, actuando! 

Mas no me mira, está perdido en sus pensamientos, donde yo nunca estuve, aunque nunca me moví de su lado.

¡Qué irónico! 

El carcelero, que vivió conmigo, ahora mira a otro horizonte e ignora mis ojos, que lo buscan desesperado. 

La puerta está abierta, las rejas se derrumbaron y el carcelero no me oye. Le grito: ¡Hey, dale! ¡La vida está por allá y hoy hace un día soleado! Pero no... él sigue ahí, mientras el gato da vueltas a su alrededor. Está sentado.

Y yo dejo un camino de lágrimas, por si algún día se decide a seguirme, pero no tengo opción... hace rato me tenía que haber marchado.

Ya no hay sillones, ya no hay frazadas, ni una ventana pequeña que lo alumbra todo por la mañana. Solo estamos el camino y yo, dejando una por una mis lágrimas, por si algún día quiere buscarme, por si algún día voltea a mirarme.


Avanzo dos pasos, miro hacia atrás.
Yo era un nene que no tenía nada.
Miro hacia atrás, avanzo dos pasos más.
Yo era un nene sentado en una plaza, nada más.
Avanzo otros dos, miro hacia atrás,  no me mira, nunca me miró.
¡Por Dios, qué tarado!