sábado, 31 de octubre de 2015

Un segundo


Un segundo
(por Emilio Nicolás)




Un segundo y termina todo
Un segundo y al siguiente no te (nos) importa nada
Un segundo y te estás vistiendo al siguiente
y al otro te estás yendo y yo
yo miro al sol ponerse

Un segundo que buscamos por horas
por años
Un segundo que vio mil atardeceres
entre las sierras
o tras ellas
Un segundo, contra la pared
con la fuerza que imponías
una y otra vez
contra mi fragilidad elástica
relajada
sin desgarros
sin tensiones

Contra mi inacabada certeza

Un segundo que tardó años
ahora el silencio es un segundo
que dura otros tres años
y la mitad de uno más, que queda colgando

Un segundo
tu ridículo orgasmo
tu suspiro caliente
Un segundo y al siguiente
ardemos tabaco
o solo yo
en la habitación blanca
oscura
grande
diminuta
hiriente

Un segundo
tu cuerpo desnudo
uno más
un susurro
Un poco de agua corriendo
Frío en mis manos
Un segundo
Mis muslos helados
Ni un solo abrazo
Un segundo y caigo dormido
dándote la espalda
con las rodillas flexionadas
y sujetas
solamente
por mis fríos
y escamados
brazos


lunes, 26 de octubre de 2015

¿Refugio?



¿Refugio?
(por Emilio Nicolás)







Sí, en el pico más alto de esta colección de abismos, de estacas apuntando al rojo cielo, de estacas que soportan los fuertes vientos me paro y lo digo: de todos los males que pudieron metérseme dentro y carcomerme entero fuiste el mejor albergue, el útero perfecto. Y yo era un parásito en posición fetal, hundido y ahogado en tus flujos ácidos, durmiendo y sonriendo y durmiendo y sonriendo.

Mojado y desnudo, como me encuentro, tu coraza vacía yace en algún lugar de este olvidado infierno. Porque cambiaste de piel y te fuiste nuevo, o bien hecho huesos, pero dejaste abandonada tu maqueta perfecta, el ideal contorno de tu cuerpo, recostado con los ojos cerrados sobre un colchón de piedras donde ya no entro. Te miro desde arriba, desde lo lejos, o bien miro lo que alguna vez fuiste y alrededor ya no hay más que picos y vientos y picos y vientos. Desnudo y mojado, como me siento, mi piel arrugada se corta más conforme pasa el tiempo.

Y no tiene sentido preguntarte la razón para no aguantar más este juego que, nos escondía a los dos, muy adentro. Ahora, ante el inminente peligro vos estás por un lado y yo por el otro, deseando haber resistido un poco más, al menos, no enfrentar mi destino y jugar con vos un momento (solo uno más) un momento.

Si alguna vez lo dije, ¡No sabés cuánto (ahora) lo lamento! Tarde o temprano cada uno ha de enfrentar su destino y en ese entonces ya no hay recovecos. Así que, allá pueden aguardar los escondites ¡Aunque no quiero! Me paro en lo más alto y lo digo: de todos los males que pudieron metérseme dentro y carcomerme entero... fuiste el mejor albergue, el útero perfecto.





sábado, 24 de octubre de 2015

Nada que perder. Nada que ganar



Nada que perder
Nada que ganar
(por Emilio Nicolás)






La chica que viaja al río y se hace mil preguntas
en el camino. 
La chica que espera, como si de toda una vida se tratase
como si fuera una eternidad.
La chica que es chica, tus ojos dicen, mientras entrás al cuarto.
La chica que, yo entrando también, caminando de espaldas, mirando tu sonrisa
(o tu intento fallido) te digo,
está perdiendo lo que le queda por perder.

Absolutamente nada.

Y como yo tampoco tengo fichas que apostar
me tiro a la cama y me pongo a hablar
estás en el borde, jugando con un peluche
Te aviso que está sucio
y lo tocás igual

Y la chica sigue yendo al río
mordiéndose el labio
preguntándose sin buscar respuestas
hunde su mirada en el agua como su miedo en la garganta
no la deja actuar

Y esa chica
es tu amiga
no la mía

Y vos doblás tus piernas y rebotás sobre el colchón
para mí no hay gravedad
cuando estás acá

Quiero dormir con vos y nada más
quiero dormir con vos, nada más

Y como yo tampoco tengo fichas que apostar
te miro a los ojos y te invito a cenar
estás en el borde, comiendo chocolates
Te aviso que no vas a responder
y no respondés, igual


lunes, 12 de octubre de 2015

Las estaciones



Las estaciones
(por Emilio Nicolás)






Camino por tus calles como si no las hubiera caminado antes. 

Rebautizado, con mi propio nombre, navego el mar de concreto alguna vez caliente, hoy helado en primavera. 
Solías llevarme del brazo y yo vivía refugiado, eras mi guía, eras mi Orfeo encadenado. 
Y yo, en la sequía de un invierno que no termina, aún esperando por florecer, aún desnudo, pero navegando.
Oh sí.
Y en mi más sincera desnudez nada se escapa de mis huesos, excepto vos. 
Afortunadamente. 
Me sopla el frío y no hay abrigo y yo sonrío y digo que alguna vez, alguna vez lo he sentido; nunca supe del calor, ni cuando nadábamos en el río. 
Y dejo que el viento me empuje fuerte, de nuevo a tu casa, y me gusta decir que resisto, que las avenidas con sus calles peatonales me ven luchar contra la corriente mientras en el cielo los globos salen disparados y alguna gente. 
Y los autos pegan bocinazos y ¡Vaya si tendría razones para gritar de miedo, tiritando! 
Podría mirar detrás de mi espalda o incluso adelante, podría buscarte a diestra o imaginar que venís por siniestra; en tu territorio soy una fácil presa.
Pero acá estoy, en mi desnudez más honesta, caminando más Narciso que nunca, sin necesidad de verte para apuntar hacia la parada, parar el colectivo, subirme al barco de Caronte y sentarme al fondo, bien al fondo de la hilera de asientos para salir del Hades escuchando música bien fuerte, y siguiendo el ritmo con las piernas y los dedos golpeteando mis rodillas mientras paso por tu casa... y me cago de risa.



viernes, 9 de octubre de 2015

Neil's farewell


Neil's farewell
(por Emilio Nicolás)





Conozco películas que te harían llorar. Conozco películas que si las vieras... pero que estoy seguro de que, si no era por mi mano, nunca te iban a llegar. 

Conozco películas que, al terminar, te encontrarían hundiendo la cara entre almohadas y humedeciendo todo con mocos y lágrimas y ahogándote hasta ponerte rojo, de no poder respirar. 

Conozco películas que, si las vieras, revelarías en el cuarto la fragilidad que nunca mostrás, pero no me abrazarías, porque nunca, jamás, cuando te emocionabas me corrías a abrazar.

Conozco películas que, al terminar, te harían saltar de alegría como el niño grandote que siempre fuiste, y hablarías aplaudiendo y agudizando tu voz, de una manera tan ridícula que a mí solo me podría -o pudo- gustar. 

Oh, sí, conozco películas porque desde hace meses tengo mucho más tiempo libre, para ponerme a buscar.
Y las miro en lo oscuro de mi cuarto, de mi soledad. 

Conozco películas que cuando terminan me escuchan suspirar; el corazón se me sale del pecho y quiero escribir sobre ellas en dos reseñas: una para los intelectuales y otra... para imaginar que algún día te veo de nuevo y te las voy a contar.

Conozco películas que miraría con vos una y mil veces, pero que llegaron un poco tarde, justo al final.

Conozco películas que pudieron ser de los dos, pero ahora son mías, y supongo que ahora solo eso importa, y nada más.




martes, 6 de octubre de 2015

Tenue, tenaz



Tenue, tenaz
(Por Emilio Nicolás)




Para Ángela, en su día



La lluvia, cuando es verano no está tan mal. Susurré mientras la veía caminar. Sin saber hacia dónde iba, y supuse que ella tampoco conocía a dónde la llevaba su andar.
Sobre un claro en el bosque, mojaba sus pies cual gacela sin miedo, pero su mirada escondía la presa de un depredador infinito, inacabable. Seguí sus pasos, tras ella, en la curiosidad inocente; mojé mis pies en agua fría, para conocer su destino.  Mas ella no giraba su cuello, por donde caían sus largos cabellos oscuros, ella seguía el sendero, aunque fuese incierto, y la cruzaban los rayos de sol que se infiltraban desde lo lejos. 
Y así la seguí, por un día entero, y por la noche la iluminaban de las luciérnagas, sus destellos.
Cuando el amanecer pintó de rosa la espesura y todo era una derretida y viva pintura, en aguados tintes de azul universo, de fulgor violeta y de rojo fuego, ella detuvo el paseo y yo me detuve unos pasos atrás, admirando su expresión de vehemente recogimiento.
Giró de pronto, su cuello y me sonrió, yo había sido su escolta durante todo este tiempo. Cuando por fin todo se iluminó, ella desapareció en un destello, buscando lo mismo que busco, persiguiendo (sin detenerse) y con calma, un (uno solo, solo uno) sueño.




viernes, 2 de octubre de 2015

Inocencia Perdida



Inocencia perdida
(por Emilio Nicolás)




De eso se trataba, entonces
Un momento de suspensión, que a nada llevaría
un alquiler
por mil doscientos días

Me pasaste el fernet
y la coca estaba fría
en el aire hacía calor
¿Y ahora qué hago con mi vida?

Sentado, en la cocina
mientras  todos esperaban
hijo de la embriaguez, dormías
y entre sueños balbuceabas
decías

que no eras feliz con la vida que tenías

Te sacudí, te vi la mirada perdida
¿Y cómo no supe ver
que tenía contada la estadía?
Supongo que me dormí, también

hundí la nariz
en un vaso de agua fría

Me tomé lo que quedaba del fernet
mi cabeza latía
y sonreí a la luna
y te dije que eras mi vida

¿Yo dije eso? repetías
y te acosté en la cama
mientras asomaba un nuevo día

Todo tu reino, todo tu cuarto ordené
como si ordenara mi vida
y me recosté, rendido, a tu lado
a tu cuerpo sin vida
sin saber que ya palpitaba
allá, escondida
la recóndita agonía
de una cuenta regresiva