viernes, 29 de enero de 2016

De tu dolor de muela




De tu dolor de muela
(Por Emilio Nicolás)




Me acordé de cuando me acompañabas
y yo renegaba
Me acordé de tu dolor de muela
la madrugada
Dos simpáticas señoras
nos acompañaban
Yo reía
vos llorabas
La calle estaba tan
tan empinada
y el suelo hecho de piedras
y las escalinatas
Y el pequeño teatro que 
se desnudó ante
tu tonta
tonta mirada
Ay, de tu dolor de muela
en tierras extrañas
Buscábamos, los dos, en la oscuridad
lejos de casa
una mísera
farmacia
Ay, del mío
acá
muy solo
sin haber dormido
nada



Ícaro - Parte II




Ícaro - Parte II
(por Emilio Nicolás)





Y sobre una silla que se mece sobre el risco de la isla que acabo de fundar con mi nombre los ojos de las arpías se posan subiendo y bajando como las olas que Casandra les prepararía
Pero mientras nadie ha de creerle como a mí, yo tampoco me creía, ellas se siguen meciendo, cantando y esperando al momento final. Yo sigo yendo para adelante y para atrás, para adelante y para atrás.

Papá le había dicho que no subiese más, tan hermoso es el sol y tan en el fondo del mar la estatuilla de mi hermano que nunca pude tomar, lo imagino erguido, con el pecho inflado aunque ya no le sirviera más, con la luz en los ojos, una luz que solo conocen los tritones al pasar.

Tonto, mirando hacia abajo grito en un susurro que ni siquiera yo puedo escuchar, pues las arpías siguen cantando, obstinadas como ellas, nomás. Tonto, que tanto querías tenerlo todo y mirate ahora, porque nadie más te puede mirar. Tan inmenso, tan inmenso es el mar.

Papá le había dicho que no subiese ¿Le dijo algo más? No lo puedo recordar, solo recuerdo que hacia arriba no debo mirar, entre los picos afilados y el fuego abrasador no tengo más que hacer que volar. Sujeto mis plumas y trato de recordar ¿Había algo más? Me levanto de la silla y las abro de par en par. Ahora ellas me siguen con la mirada y dan vueltas a mi alrededor, acariciando con sus patas la espuma del amor en su forma más pura, más leal.

No puedo evitar mirar hacia abajo, cómo sus garras parecen pies caminando sobre el mar y toda la cubierta azul parece un espejo desde el que me puedo contemplar aleteando bajo el aire de libertad. La espuma se hace burbujas, una revienta en mi mejilla y la besa al reventar. La sangre hace cosquillas y hierve al brotar, yo quiero estar ahí, yo quiero hundirme en el amor y lo hago, me hundo con ellas, con todas y cada una de las arpías, agarrándome de cada extremidad.

Ah, papá le había dicho que no subiese más, y que no bajase tampoco, pero el amor es tan suave y tan pegajoso que... ya no puedo respirar...