martes, 6 de octubre de 2015

Tenue, tenaz



Tenue, tenaz
(Por Emilio Nicolás)




Para Ángela, en su día



La lluvia, cuando es verano no está tan mal. Susurré mientras la veía caminar. Sin saber hacia dónde iba, y supuse que ella tampoco conocía a dónde la llevaba su andar.
Sobre un claro en el bosque, mojaba sus pies cual gacela sin miedo, pero su mirada escondía la presa de un depredador infinito, inacabable. Seguí sus pasos, tras ella, en la curiosidad inocente; mojé mis pies en agua fría, para conocer su destino.  Mas ella no giraba su cuello, por donde caían sus largos cabellos oscuros, ella seguía el sendero, aunque fuese incierto, y la cruzaban los rayos de sol que se infiltraban desde lo lejos. 
Y así la seguí, por un día entero, y por la noche la iluminaban de las luciérnagas, sus destellos.
Cuando el amanecer pintó de rosa la espesura y todo era una derretida y viva pintura, en aguados tintes de azul universo, de fulgor violeta y de rojo fuego, ella detuvo el paseo y yo me detuve unos pasos atrás, admirando su expresión de vehemente recogimiento.
Giró de pronto, su cuello y me sonrió, yo había sido su escolta durante todo este tiempo. Cuando por fin todo se iluminó, ella desapareció en un destello, buscando lo mismo que busco, persiguiendo (sin detenerse) y con calma, un (uno solo, solo uno) sueño.




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