martes, 18 de marzo de 2014

Vida suspendida (el gato sin nombre y la cinta violeta)





Vida suspendida  (el gato sin nombre y la cinta violeta)
(por Emilio Nicolás)






Ándá a saber en qué está pensando. Andá a saber si vieses solo la superficie y pensaras ¡Qué imbécil! O si por casualidad él dejase ver la profundidad, que te dejaría atónito y sin argumentos. Él pedalea por el pavimento y andá a saber en qué está pensando, solo pedalea, con la mirada plantada en un punto invisible que ni vos ni yo podríamos  adivinar, en un paisaje de mil colores o en alguna bestia violeta. Él pedalea. 

Y yo lo espero. Doy vueltas alrededor de la casa, me  convierto en la sombra del árbol y en el agua estancada. Soy alimento de renacuajos y del martín pescador, soy el gato durmiendo en el sillón. Yo transmuto y lo espero y él pedalea. 

Y él, que viene de muy cerca pero no me dice bien de dónde, él acelera. Acelera y mira de reojo a los autos que, enfurecidos bajan la velocidad a mitad de la carrera, con cada loma que del suelo emerge, retrasando la frontera. Él surca por un lado, por el otro, sonríe confiado y va zigzagueando; se le acelera el corazón, el cuerpo se le calienta. Las piernas, efervescentes, repiten el movimiento una y otra vez, constantes. Él avanza y nadie sabe a dónde. Y yo soy la sombra de árbol, el agua estancada, el alimento. Soy el gato negro que, sobre el sillón espera.

De pronto, andá a saber en qué está pensando, pero reacciona y pega un salto, y se eleva, se eleva muy alto. ¿A dónde querés ir? No puedo descifrarlo. Nos conocemos desde hace años pero no somos más que eso, conocidos. El enigma de los enigmas y el anónimo poeta. El puro encanto del silencio (quedate en silencio mientras la ventana atardece entera), el trozo de hielo que es hueco por dentro y que tiene agua, que revela todos los colores encerrados cuando el sol ejecuta su última actuación en las afueras. En las afueras de mi vida, que está suspendida y ahora es un agujero negro en el que nada de lo que es mío ahora lo es, y yo tampoco soy de mí, soy la sombra del árbol, soy el cielo pasando rápido, soy el gato negro sin nombre que, sobre el sillón espera.

En la tranquilidad del amarillento polvo que nos rodea, hago malabares para que me quieras, pero de pronto recuerdo que mi vida está suspendida y que soy otro personaje, detrás de bambalinas, repitiéndose a sí mismo que su papel sale cuando el sol  se muera. De nada sirve, entonces, acariciar tus vellos y contagiarme de tu pacífica vehemencia. De nada sirve reír juntos ni mirarnos a los ojos, de nada sirve hablar como si nos conociéramos de toda la vida o pretender que somos el uno para el otro. Somos actores de una obra que se ejecuta en el agujero negro de nuestros sistemas.

Cuando la última nube haya pasado, dejando tras de sí el rastro final, él dejará su fina huella marcada en el pavimento, estará pedaleando sin rumbo, con el cuerpo caliente y la cinta violeta. Y yo estaré esperando, transmutando en mil personajes, pero a la inversa. Seré el gato negro sin nombre sobre el sillón, seré el alimento del martín pescador, seré la comida de renacuajos y el agua estancada. Seré, entonces, la sombra del árbol y mi vida volverá de suspenderse y seré yo nuevamente, caminando a preparar la cena, mientras otra luna llega.






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