martes, 1 de diciembre de 2009

La mañana

La mañana
(por Emilio Nicolás)


La hoja de un arbol se atascó en mi pie mientras estaba a la espera. La miré luchando contra el viento que la obligaba a seguir su camino, pero ahí estaba ella, inmovilizada por mi zapatilla. Miré al cielo tan gris esa mañana, me vi a mi mismo sentado esperando. Esperando un omnibus que me llevaría a casa. Esperando algo más que un omnibus que me llevase a casa.

La hoja de algún árbol se atascó en mi pie mientras estaba a la espera. La tomé con mi mano derecha y me quedé mirándola. Aún la lucidez bailaba en mi casa y pude contar diez puntas en ella. El viento la empujaba y la quería quitar de mi mano. La anciana que estaba a mi lado arrastró un poco su arrugada pierna y quitó de su bolso algunas monedas. Sobre nosotros el viento sacudía con vehemencia a un gran árbol (¿sería el dueño de la hoja?) y pude sentir su casi violenta caricia sobre mi rostro.

Me pregunté qué estaba haciendo allí y con los ojos entrecerrados. Me pregunté si podría estar en otro lado. Los primeros autos ya estaban circulando y una dama de rosa cruzó la calle a toda prisa. Algunos hombres la miraron mientras se perdía en el escenario. Dos caballeros más llegaron y se pusieron a mi lado, padre e hijo eran y estaban conversando ¿cuándo volvería yo a tener un momento de esos?. El silencio se quebraba con la brisa otoñal, (pese a que seguíamos en verano) que hacía estremecer mis brazos y me obligaba a desear aún más lo que no ha llegado.

Entonces las decoraciones... entonces las decoraciones me trajeron al pasado, que se movía picaresco arriba de un tejado. Y bajó por un rato a burlarse de mi presente, de verme así, tan ausente.

Y me pregunté si lo que hago no lo estoy haciendo en vano, si estoy haciendo un camino que lleva a ningun lado. Pensé en los intentos y en el fracaso tras fracaso. Me imaginé en diez años y cuando vi lo que en la vidrirera se había dibujado enseguida miré para otro lado.

No, no quiero (pero tengo que) seguir intentando. Me rindo, hay algo malo.

El cielo estaba gris y algunas gotas caían despacio. Una breve lluvia de verano y mis pensamientos ahí abajo, recibiendo de la misma el falso mensaje del cambio. Nada dejará de ser como es.

Y la búsqueda que hace poco dije, era un juego entretenido, es ahora cuando se vuelve una tragicomedia, porque de mí aún me río.

Y para huír de lo que mis ojos perciben, agrego al paisaje imaginarios elementos, la prueba invisble de que se acerca el momento. No quiero llegar a enloquecer, pero me veo, me veo y lo siento.

Y yo más que nadie lo siento, porque intento, intento, intento. Pero el resultado es el mismo y nunca estoy satisfecho.

No más caminos, se acabaron los recuerdos. No más salidas fáciles, voy a subirme a ese omnibus y a sentarme en el mismo lugar de siempre. Voy a mirar a través de la ventanilla y a hacer fuerza por mantener los ojos abiertos una vez por cada dos que vea a contraviento. Y voy a llegar y a fingir que estoy contento. A bañarme como siempre y a acostarme, vencido y a preguntarme si en algún sitio, está sintiendo lo mismo que siento.


El omnibus estaba llegando, di un paso atrás, dos adelante y subí.



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