Llamado mudo, lector sordo, estatuas ciegas
(por Emilio Nicolás)
Cansado de permanecer como una estatua milenaria
Grité tu nombre en la oscuridad, quebrando en mil pedazos al entonces poderoso silencio
y mi voz iluminó el camino mientras se hacía eco y se desvanecía a mi mirada a medida que se alejaba
Alrededor había una multitud, hasta entonces igual de ciega
hasta entonces igual de quieta
Imperceptible para mí, si no gritaba
Una multitud
que avivó su gélida masa troquelada y oxidada, de muchos cuerpos fríos
ásperos
y dirigió su mirada al rastro de centello que dejaba el sonido
que repetía tu nombre con mil ecos,
cada vez más débiles
cada vez más muertos
Algunos se dieron vuelta y me clavaron la mirada
dolió
otros estaban estupefactos
siguiendo con sus resecos ojos
a la estrella fugaz, avanzando, horizontal
Entonces todo se apagó de nuevo
y nadie volvió a estar
Otra vez
Giré la cabeza como si fuera a sentir algo más
que el vacío
Inflé los pulmones
Y te volví a llamar
Y de nuevo se iluminaron las ondas
que de nuevo viajaron
despertando a las estatuas
ciegas
que, volvieron a mirar
Las mismas que respondieron a mi llamado
se dirigieron a mí
con las mismas espinas en mis ojos
con el mismo pesar
Y los otros, también los mismos
siguieron con la cabeza al sonido, ondulante
Esta vez devolví la mirada
y no te encontré
ahí no estás
Después se oscureció todo de nuevo
y lo volví a intentar
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