martes, 2 de marzo de 2010

Teatro (pero no estás)

Teatro (pero no estás)
(por Emilio Nicolás)




Abajo estaba la multitud. Era uno de esos eventos en los que te emocionas no tanto por ir a ver, escuchar, sentir, tocar con los ojos a esa banda que tanto te gusta y que tanta facilidad tiene para transportarte fuera de la realidad. En el camino los colores son distintos mientras te asomás por la ventanilla del autobús y si está lloviendo, entonces las gotas que golpean el vidrio y se deslizan por el mismo son mensajeros kamikazes que mueren con cada segundo que acerca al momento.

Los asientos vacíos delante dibujan formas que no existen, pero que sí existen en tu imaginación producto de la emoción, figuras y figuras, música en los automóviles que pasan ruidosos o en silencio. Todo tiene sentido. Apretas la mochila que reposa sobre tu regazo, te muerdes los labios y te preocupas por si olvidaste alguna parte de alguna canción. Sí, todo es distinto y todo tiene sentido cuando estás yendo a un concierto.

Pero mi clase de emoción no solamente pendía de esas mismas expectativas. Era uno de esos eventos en los que te emocionas no tanto por ir a ver, escuchar, sentir, tocar con los ojos a esa banda que tanto te gusta y que tanta facilidad tiene para transportarte fuera de la realidad. Sabía que otros de mi especie iban a estar allí. Los mismos que rompen con el circuito de gravedad cuando la orquesta hace su aparición y si el bajo está haciéndose notar, los latidos del corazón se asimilan al ritmo. Todo, o más bien todos tienen sentido.

Yo estaba en la parte alta, en los balcones, con un par de amigos cuya presencia olvidé una vez que entré al salón. comencé a ver rostros, rostros hermosos, miradas perfectas, oídos refinados, oídos que se fascinaban con los mismos encantos en los que caían presos los míos. Sonrisas y rostros inocentes. Parejas. Cabellos largos y rizados, cabezas descubiertas. Sombreros. Ojos de todos los colores. Ojos naturales, ojos artificiales. Me senté, pero no podía dejar de mirar hacia todos lados, quería verlo todo y a todos. Quería saber lo que se sentía estar nadando con los de tu propia especie. Me sentí en casa.

Me salí de mi butaca para ir al baño. Di vueltas y vueltas entre las filas de asientos mirando a cada uno cuyos ojos chocaban con los míos. Creí estar sonriendo en ese momento, pero congelé mi rostro para el momento en el que llegue al baño y así contemplar un supuesto gesto hasta el momento desconocido por mí. Debí equivocarme, porque cuando llegué era el mismo rostro pálido y con la misma mueca psicótica que nace cuando pienso que estoy sonriendo. Aún así estaba feliz.

Me limité a mirarme en el espejo, lavarme las manos y observar a todos los que entraban. Todos y cada uno de ellos eran perfectos. Tenían mochilas con parches cocidos con nombres de otras bandas que también causan el mismo efecto en mí, bandas que si hacen funcionar a sus teclados mientras estoy viajando a la universidad, entonces olvido dónde estoy ubicado y qué hora es y comienzo a flotar. Ellos eran perfectos. Eran de mi especie, al menos uno de ellos debía ser mío. Este era mi momento de abandonar la soledad y extender mis alas con alguien más.
Volví a la butaca, la música comenzó a sonar, el telón se abría muy despacio. Los pies de la orquesta, los instrumentos, las cabezas. Sentados, relucientes, música con colores que invadían el espacio. Algunos comenzaron a elevarse lentamente desde sus sitios mientras cerraban sus ojos. Yo, lamentablemente, tenía mi atención en otro lado.

El ritmo aceleró, el suspenso se acrecentó, la sensación de desesperación ocupó la sala entera. ¿Dónde estás? Estoy buscándote ahora mismo, con cada segundo que pasa la noche se acerca más, y con cada noche en la que cierro mis ojos al despertar un día más cerca de la muerte me encuentra. Y un día más cerca de la muerte sin haberte encontrado me hace pensar que no soy inmortal, y que mi búsqueda en este momento necesita llegar a su final. Miro a todos lados, hacia abajo a la derecha, a la izquierda y al centro. No te puedo encontrar. Si supieses la dedicación que llevo a mis días para reconocer tu rostro entre la multitud. Sé que estás acá, sé que sos de mi especie ¿y qué mejor lugar?

Entre tanta música y perfección encontrarte acá, en el mejor lugar, no hay nada que no ansíe más, me veo como un tonto girando la cabeza hacia todos lados e ignorando al escenario. Para esto estoy acá, para encontrarte e invitarte a sentarnos en la vereda después del recital, para mostrarte mis alas algo arruinadas pero aún así decirte que estoy acá. ¿Dónde estás? Mirame, estoy acá. El tiempo se acorta, la banda ya pisó el suelo de madera y de seguro es todo lo que mirarás, no tendrás tiempo para saber que hay alguien que en este mismo momento te está buscando y que te piensa encontrar. Todas las miradas estaban puestas en ellos, debía dejar de intentar. Desvié mi atención en un momento. Por última vez antes de que termine te busqué entre las miradas que estaban ocupadas en otra cosa. Te busqué y ahora que estoy saliendo, cansado, te busco, pero no estás.



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