viernes, 18 de septiembre de 2015

Y la sirena se volvió pez



Y la sirena se volvió pez
(por Emilio Nicolás)





Y el bosque se abre de par en par en la noche. Un tenue rayo de luz de luna me deja ver hacia dónde voy, aunque no tengo idea, yo solo voy.
Voy asustado, perdiendo el ritmo de mis pisadas violentas, perdiendo el control. Tanto tiempo haciéndome tu mascota y ahora huyo del hogar que me acogió, como si fuera a encontrar algo más.
Pero heme aquí, iluminado por un solo fulgor, libre al fin y presa del miedo de la no noción. Cientos de rugidos se oyen a diestra y siniestra, yo solo voy. Adiós a tu mano sobre mi cabeza, adiós a dormir sobre tu rodilla y girar las órbitas de mis ojos en torno a tu mentón. Adiós a tu mirada al horizonte y no a mí, adiós al calor.
Y el bosque se abre de par en par y siento el frío de mi propio sudor, el aire se corta en mi garganta y me hace jadear, jadear una vez más y caer. Respiro la tierra y el pasto acaricia mis mejillas enrojecidas mientras tomo aire, saboreo sangre y sueño con que vas a volver. Mis ojos se cierran y pierdo la razón, los rugidos no paran, hay peligro a mi alrededor.
Soy una cosa diminuta en la vastedad de la que tanto tiempo me escondí. No más refugiarme bajo tus sábanas, no más cerrar mis ojos al calor de  tu pecho, ahora la tierra me abraza y me pongo de pie, sacudo mi cabeza y la suciedad vuelve a caer. Allá sigue el fulgor y de nuevo yo corro, lejos de vos, lejos de la mentira de la seguridad que albergaba tu falso amor, hecho de sordidez; lejos de tus silencios ahora abrazo cada rugido que amenaza con matarme; lejos de todo, lejos de lo que solía ser...


 

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