lunes, 16 de diciembre de 2013

Arenas



Arenas
(por Emilio Nicolás)






En las arenas de todo lo que alguna vez me enseñaste, se esconden en los millones de granos minúsculos los mega universos infinitos e inmortales, convirtiéndolo todo en un sin fin de esferas donde en cada una la vida nace y se desarrolla incansablemente nunca deseando morir. Sumerjo un pie hasta levantarlo a la fuerza, ya que no puedo tocar fondo y repito el mecanismo con el otro pie, y luego vuelvo a hacer lo mismo con el anterior, y me escabullo entre las pequeñas bolas que saltan y flotan en el espacio sin gravedad, empujadas, colisionándose por el impetuoso aunque algo lento movimiento de mis pasos agónicos y forzados en arenas movedizas. El oscuro azul del cielo parece continuar en el suelo y todo se confundiría en una misma masa de no ser porque el grumoso arenal se mancha con algunas esferas de agua turquesa y otras de aurora púrpura, como si en otros universos el tiempo fuera otro, como si algunos estuvieran más desarrollados que otros.

En las arenas de todo lo que alguna vez me enseñaste eso quedó, un desierto helado donde cada portada se desenvuelve, se divide y sus divisiones se dividen y el resultado de estas se vuelve a dividir y todo estalla silenciosamente como Rafflesias abriéndose a la luz de una luna titánica, revelando cada una en cada uno de sus pétalos una nueva constelación infinita. 

Yo contemplo todo, mas otra cosa no puedo hacer, todo lo que me es permitido es sacar un pie cuando siento que ya mi rodilla está siendo tragada y volver a hundir el otro pie, que se hace pierna, que se hace muslo. A lo lejos un horizonte blanco me recuerda con cada día que pasa que quizás adelante haya algo pero vos y yo sabemos que no queda más que esto, un sinfín de recuerdos tan vivos como yo acá y vos andá a saber dónde.

Las constelaciones arriba y abajo dibujan a una chica en rollers, o a un joven que se vuelve invisible cada vez que se siente solo, por eso las estrellas se borran cuando miro para otro lado. Y así todo, todo es un espejo de cada universo proyectando sus colores en lo alto. En lo infinito.

En las arenas de todo lo que alguna vez me enseñaste contemplo una vez más la explosión de los gélidos matices que una vez trajiste antes de marcharte al archipiélago y ahora paro de luchar y no forcejeo más. Me dejo hundir y veo pasar todo de abajo a arriba. Los universos ascienden. O soy yo descendiendo. 

He de confesar que algunos pequeños puñados de universos he metido en mis bolsillos. Lo demás puede quedarse donde está. Donde sea que esté. Donde sea que estés.






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