viernes, 14 de junio de 2013

Espejo









Espejo
(por Emilio Nicolás)




Tu rostro explota del otro lado
Pero no atraviesa los cristales




De este lado estoy mi yo interior, ese que siempre estuve dentro, ese que estoy y que ahora veo.
De este lado estoy mi yo interior y una pared entre los dos y que lo refleja todo de pronto se convirtió en agua bajo mis pies y ahora estamos acá los dos. Él es yo y yo es él. 

Del otro lado pasan gordas que se miran, preocupadas y flacos que se aprietan las  costillas. Pasan individuos con labios grandes, o con manos peludas, con pies chuecos o con panzas prominentes. Pasan humanos no tan humanos. Pasan gatos que me miran, pero que no pueden llamarme. Pasan señoras que lloran sus años, pasan jovencitas que lloran su edad. Pasa la carne, pasa el billete, pasan apurados, tanto que ni se miran a sí mismos. Del otro lado pasan.

Y en un principio golpeaba con vehemencia hasta que los puños hinchados y tajados hacían dibujos enrojecidos que del otro lado se hacían ver como manchas de humedad que todos intentaban limpiar, sin caso alguno.

La maldita costumbre de empezar a limpiar desde afuera hacia adentro.

La mancha está del otro lado, dije una vez, pero sin ganas. Y nadie escuchó, como solía suceder.

De este lado estoy mi yo interior y del otro lado un desfile de bestias hace retumbar al suelo, pero acá no llega ni una sola vibración. Será mi orgullo o será el tuyo. No sé. Soy demasiado engreído para reconocerlo.


Tu rostro explota del otro lado
Pero no atraviesa los cristales










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