miércoles, 5 de junio de 2013

Horror Vacui





Horror vacui
(por Emilio Nicolás)




Cuando estoy en tu cuarto cierro los ojos.

Cuando los cierro escucho voces que no he de reconocer jamás, y sobre cuya procedencia no tengo interés particular.

Cuando estoy en tu cuarto me siento invadido. Cada espacio ocupado ha de gritar. Han de hablar los detalles, todos al mismo tiempo, con el tono grave y con el tono agudo. El chirrido se vuelve intenso, no puedo cubrir mis oídos ni soy capaz de manifestar la valentía de abrir mis ventanas y enfrentar la escena grotesca de tu rococó personal.

Cuando estoy en tu cuarto veo marrón, generalmente. Y marrón bailando con todo lo demás. Marrón haciendo el amor con todo lo demás. Penetrándolo y volviéndolo a penetrar. Fluyen a chorros las mezclas indómitas, jamás vistas y jamás con intenciones de ser descubiertas.

Por eso cierro los ojos. Cierro los ojos mientras chorrean las paredes, cubriéndolo todo. Me recuesto en tu cama, visualizo un jardín, huelo el humo estancado de colillas arraigadas. 

Mar gris en el cielorraso. 

Huelo la humedad del suelo evaporándose hacia mis fauces en hilos ondulantes. Huelo los murmullos, que se escabullen hasta canalizarse en mis venas y emprender una carrera hasta mi centro.

Los siento a todos llegar a la vez, y me pregunto por qué. Entre todas esas voces chirriantes está la tuya y la busco y trato de acentuarla, o de menguar a las otras miles, gruñendo. Pero no puedo. 

Acaso algo dentro de mí no me deja filtrar. Todo penetra junto, taponando el corto espacio que me queda para respirar. De nada sirve pedirte que me ayudes, mi garganta en estos momentos está atravesada por los diminutos detalles que bloquean la salida y no puedo más que dejar de forcejear, permanecer con los ojos cerrados y dejar que mi vacío se inunde de a poco. Y me termine por sofocar.









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