lunes, 10 de octubre de 2016

Inicio del juego





Inicio del juego
(Por Emilio Nicolás)



Al primero de los saltos me quedé mirándola, como si anticipara el inicio del juego. 
Sin alertarme giré mi cabeza en torno a ella, solo para ponerle atención. Creo que ninguno de mis músculos se tensó, solo quise estar. Como si fuera que eso pronto pudiese acabar.
No tuve en cuenta en aquel entonces lo que mi mente me recordó días después, pero creo que muy dentro de mí un instinto estaba moviendo fichas sobre algún tablero invisible, en un juego invisible del que no podría ser espectador, jamás.

El segundo y tercer salto sobre las piedras y sus frágiles rodillas redonditas se flexionaban con cada movimiento torpe. 

Yo miraba. 

Yo observaba. 

Mas aún así el cielo se ponía naranja, casi rosado y suspiré porque tantas veces he preguntado mirando hacia arriba qué estaría haciendo alguien más y hoy estaba preguntando qué estaba haciendo yo y reí, reí como nunca y la volví a mirar.

Ella estaba tan abstraída en su mundo limitado, libre, de vocabulario de sonrisas o de lágrimas de cocodrilo que para ella eran tan ciertas... que de pronto empecé a creer en su dolor y corrí desesperadamente a tomarla en brazos, mientras lloraba aterrada.

Todo se solucionaba con un poco de alcohol, soplar y darle alguna golosina. 
Con eso bastaba. 

Le sequé la cara llena de mocos y de agua y corrió al mismo lugar. Se puso, de nuevo, a saltar. Y miré resignado, porque me acababa de defraudar. Después de todo hasta los más inocentes son humanos y nada más. 

Y dentro de ella alguna ficha invisible dentro de un juego invisible le decía que, a esa misma roca manchada de sangre que se ubicaba allá, tenía que volver y tenía que decirle de vuelta: Estoy acá.



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