miércoles, 30 de octubre de 2013

Esperando





Esperando
(por Emilio Nicolás)




Me refugio, todo el tiempo me refugio. Voy en silencio, simplemente mirando, buscando con los ojos un lugar donde esconderme, o una mirada en la que meterme. Me escabullo con la cabeza baja, mientras miro a mis pies subir los escalones del colectivo, ascender hacia el aula, que me espera vacía. 


Practico los personajes, todos contentos, los ensayo frente al cristal de la ventana que ahora proyecta un gato subiéndose a un techo. Me doy vuelta y sonrío, a todo el mundo sonrío, estoy siendo hipócrita conmigo mismo y me meto, saltando, de una mirada en otra, y bromeo, y camino al sol y vuelvo a tomar el colectivo. En casa me espera la cama donde me meto y doy vueltas hasta quedarme dormido. Me pierdo en el sueño y te veo de nuevo. Despierto y solo pasaron diez minutos, y se repite lo mismo. El ventilador no deja de funcionar y yo me enciendo y me apago, me enciendo y me apago, siempre en silencio, siempre dormido. 



Cuando estoy por llegar a la hora acordada para poner los pies sobre el suelo, siento que un grito avanza veloz desde adentro mío y justo antes de llegar a mi garganta, lo ahogo. Entonces me estremezco y me siento sobre la cama. Repito lo mismo. 



Afuera, la noche pesada me cuenta de todo. Yo permanezco en silencio, aún actuando, y me veo en el humo, descubierto por la luz en la calle. Me veo suspendido, flotando en el aire, esperando algo más de vos que silencio, silencio y ausencia. Te miro, aunque no estás. Te miro. Y no hay nada.



Quisiera buscarte, decirte que ya pasó todo, que no hay dolor, que no te extraño más, que estoy bien conmigo mismo, pero sigo encontrándome por la mitad, en la vereda de una solitaria cuadra, mirando hacia arriba, buscando algo que no guiña en el cielo. Ni una estrella, ni un destello. Nada.



Me pregunto por qué este silencio, por qué este vacío. Hoy no apareciste y quiero entrar en tu mente, saber si estuviste como yo, mirando a la pantalla a cada momento, esperando al menos un “¿Cómo estás?” Entonces caigo en la cuenta de que ya no hay conexión, ya no puedo presentir tus pensamientos, ya no puedo leerte como antes, ya no puedo saber si me esperabas, como yo a vos o si terminó por ganarte el orgullo, las ganas de estar con vos mismo. Ya no es lo mismo.



Estoy actuando, caminando sobre espinas, manteniéndome oculto bajo una máscara que parece de piedra, pero que se hace trizas con un simple “¿Y? ¿Te llamó hoy?” 



Quiero llorar y no puedo, quiero gritar y no puedo. Quiero decirle a alguien ¡A quien sea! Lo mucho que me está doliendo ¡Y no puedo! ¿Por qué? ¿Por qué? Me escondo, nada más me escondo, susceptible, frágil, suspendido en el aire, esperando al destello, o esperando al exilio. 






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